viernes, 13 de mayo de 2011

GUADALCANAL: HUERTAS EN EL LIMITE DE LO URBANO

Siendo Técnico Municipal se puso en marcha más allá de la “Piedra Santiago” y antes de las “Minas de la Herrería”, en la antigua escombrera, un proyecto de “Huertos”. Al incorporarse o retomarse en uno de los programas electorales entiendo que este no llegó a buen puerto.

Incorporo esta noticia publicada en “El Pais” el pasado 19/04/2011:

“Salvando claro está las diferencias”

http://www.elpais.com/articulo/madrid/Huertas/limite/ciudad/elpeputec/20110419elpmad_12/Tes

Huertas en el límite de la ciudad

En Mirasierra se alquilan huertos a quien quiera cultivar sus propios productos

M. José Díaz de Tuesta - Madrid - 19/04/2011
“Ese reducto de la naturaleza -disponible en régimen de alquiler- se encuentra en Fuencarral-Mirasierra, dentro de las instalaciones de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce. Un centro que nació en 1948 cuando la fundadora, y abuela de la actual presidenta, atendió la petición de los enfermos de la leprosería de Trillo, Guadalajara, que pedían otro entorno para sus hijos a fin de evitarles el contagio de la enfermedad. Así que la fundadora compró esos terrenos en la colonia de Mirasierra, que hoy acogen un centro especial para personas con discapacidad intelectual y da a empleo a 100 trabajadores. Y está también el club deportivo, con unas instalaciones de lujo, de ese lujo de los cincuenta sin pretensiones.
Sandra Carretié, la madre del invento, siempre ha sido una aficionada a la jardinería. Realizó algunos cursos, pero básicamente es una autodidacta con mucho tesón. Durante cuatro años ha estado maquinando la idea de poner en marcha huertos urbanos, algo así como traer el campo a la ciudad, rus in urbe, el lema del proyecto Huerta de Montecarmelo. Miró otros terrenos y no le convencieron. Hasta que se topó con estos en el momento justo. Presentó el proyecto a la presidenta de la Fundación, Carmen Cafranga, y le ofreció esos terrenos baldíos que a ella le parecieron un maná. No es para menos. En el horizonte, el skyline dibujado por las cuatro Torres de Castellana, Mirasierra, Arroyofresno, Peñagrande, hasta la cuenca del Manzanares y El Pardo; de fondo, Navacerrada y La Pedriza.
Carretié se puso manos a la obra inspirada en uno de sus viajes a Francia. "Frente a la maravillosa Huerta del Rey de Versalles pensé lo desvinculados que estamos de la huerta, cuando es el lugar de donde nace el jardín y que en la Edad Media era como el símbolo del paraíso perdido, donde se recogen los frutos". Empezó a diseñar los huertos a principios de 2010: primero, adecuar el terreno, limpiar el suelo, nutrirlo. Hasta ahora se han montado 80 huertos con su sistema de riego, los bancales y los tutores. Para estas faenas, contó felizmente con 20 trabajadores discapacitados de la Fundación ("Personal Keepers", precisa Carretié) que estaban a punto de perder sus trabajos por la crisis inmobiliaria. Una ayuda impagable para ella: "Estoy sorprendida de su energía, de su capacidad de trabajo y buena disposición, crean un buen ambiente que te invade".
El 18 de marzo se inauguró el proyecto. De los 80 huertos disponibles, que se irán ampliando hasta 150, ya se han alquilado la mitad. ¿El perfil de usuario? Muy variado, explica Carretié. "Grupos de amigos, o amigas, que alquilan un huerto entre cuatro; aficionados que viven en Madrid y añoran el huerto del pueblo; familias con niños, que les enseñan desde los tipos de semillas hasta el tipo de producto que comerán después en casa".
Cada cual elige el tipo de variedades que quiere cultivar. Aunque se parte de una base, sugiere Pablo Prieto, perito agrícola que, junto con Ramón Fernández, acompaña a la impulsora en el proyecto. "El huerto tiene que tener plantas clásicas, tomates, lechugas, calabacín, puerros, cebollas...; aromáticas, como tomillo, menta, perejil o romero, y flores de temporada". Después, solo hay que esperar a que la naturaleza con su ritmo haga el resto.
Este tipo de proyectos, más habituales en Londres, en algunas zonas de Italia y Alemania, no son habituales en Madrid. Existen algunos autogestionados por vecinos en terrenos abandonados, y otros que solo alquilan el terreno. La ventaja de Huerta de Montecarmelo es que si a uno le desaparece el ímpetu jardinero, el mantenimiento del huerto está asegurado.
El sol de la tarde primaveral aún resiste en el horizonte. Para Carlos es su segundo día de huerto. Como buen ingeniero, saca una carpeta donde ha dibujado detalladamente el orden de sus plantaciones. Mientras, Nieves ya piensa en el futuro ("estoy engrasando la Termomix"), cuando le lleguen los primeros productos recién sacados de la tierra. Cien por cien natural.
Ese reducto de la naturaleza -disponible en régimen de alquiler- se encuentra en Fuencarral-Mirasierra, dentro de las instalaciones de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce. Un centro que nació en 1948 cuando la fundadora, y abuela de la actual presidenta, atendió la petición de los enfermos de la leprosería de Trillo, Guadalajara, que pedían otro entorno para sus hijos a fin de evitarles el contagio de la enfermedad. Así que la fundadora compró esos terrenos en la colonia de Mirasierra, que hoy acogen un centro especial para personas con discapacidad intelectual y da a empleo a 100 trabajadores. Y está también el club deportivo, con unas instalaciones de lujo, de ese lujo de los cincuenta sin pretensiones.
Sandra Carretié, la madre del invento, siempre ha sido una aficionada a la jardinería. Realizó algunos cursos, pero básicamente es una autodidacta con mucho tesón. Durante cuatro años ha estado maquinando la idea de poner en marcha huertos urbanos, algo así como traer el campo a la ciudad, rus in urbe, el lema del proyecto Huerta de Montecarmelo. Miró otros terrenos y no le convencieron. Hasta que se topó con estos en el momento justo. Presentó el proyecto a la presidenta de la Fundación, Carmen Cafranga, y le ofreció esos terrenos baldíos que a ella le parecieron un maná. No es para menos. En el horizonte, el skyline dibujado por las cuatro Torres de Castellana, Mirasierra, Arroyofresno, Peñagrande, hasta la cuenca del Manzanares y El Pardo; de fondo, Navacerrada y La Pedriza.
Carretié se puso manos a la obra inspirada en uno de sus viajes a Francia. "Frente a la maravillosa Huerta del Rey de Versalles pensé lo desvinculados que estamos de la huerta, cuando es el lugar de donde nace el jardín y que en la Edad Media era como el símbolo del paraíso perdido, donde se recogen los frutos". Empezó a diseñar los huertos a principios de 2010: primero, adecuar el terreno, limpiar el suelo, nutrirlo. Hasta ahora se han montado 80 huertos con su sistema de riego, los bancales y los tutores. Para estas faenas, contó felizmente con 20 trabajadores discapacitados de la Fundación ("Personal Keepers", precisa Carretié) que estaban a punto de perder sus trabajos por la crisis inmobiliaria. Una ayuda impagable para ella: "Estoy sorprendida de su energía, de su capacidad de trabajo y buena disposición, crean un buen ambiente que te invade".
El 18 de marzo se inauguró el proyecto. De los 80 huertos disponibles, que se irán ampliando hasta 150, ya se han alquilado la mitad. ¿El perfil de usuario? Muy variado, explica Carretié. "Grupos de amigos, o amigas, que alquilan un huerto entre cuatro; aficionados que viven en Madrid y añoran el huerto del pueblo; familias con niños, que les enseñan desde los tipos de semillas hasta el tipo de producto que comerán después en casa".
Cada cual elige el tipo de variedades que quiere cultivar. Aunque se parte de una base, sugiere Pablo Prieto, perito agrícola que, junto con Ramón Fernández, acompaña a la impulsora en el proyecto. "El huerto tiene que tener plantas clásicas, tomates, lechugas, calabacín, puerros, cebollas...; aromáticas, como tomillo, menta, perejil o romero, y flores de temporada". Después, solo hay que esperar a que la naturaleza con su ritmo haga el resto.
Este tipo de proyectos, más habituales en Londres, en algunas zonas de Italia y Alemania, no son habituales en Madrid. Existen algunos autogestionados por vecinos en terrenos abandonados, y otros que solo alquilan el terreno. La ventaja de Huerta de Montecarmelo es que si a uno le desaparece el ímpetu jardinero, el mantenimiento del huerto está asegurado.
El sol de la tarde primaveral aún resiste en el horizonte. Para Carlos es su segundo día de huerto. Como buen ingeniero, saca una carpeta donde ha dibujado detalladamente el orden de sus plantaciones. Mientras, Nieves ya piensa en el futuro ("estoy engrasando la Termomix"), cuando le lleguen los primeros productos recién sacados de la tierra. Cien por cien natural.”

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