domingo, 20 de marzo de 2011

PRENSA: LA ATLÁNTIDA EN DOÑANA


(Jesús Álvarez.ABC)


Recreación de la Atlántida, una supuesta civilización muy avanzada para su época cuya existencia es objeto de debate de historiadores y arqueólogos.

Hace diez días, a las tres menos catorce minutos hora local, un terremoto de grado 9 en la escala Richter con epicentro en el Océano Pacífico, a 130 kilómetros al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi, provocó un devastador tsunami que barrió del mapa a varias poblaciones japonesas. Los muertos y desaparecidos crecen hora a hora y ya superan ya los 18.000. El pasado domingo, dos días después de este desastre sísmico, el peor de la historia moderna de Japón, investigadores y arqueólogos de la universidad alemana de Wuppertal y de la universidad norteamericana de Hatford (Connecticut), comandados por el estadounidense Richard Freund, hacían público en EE.UU. un estudio según el cual un tsunami como el de Japón habría acabado hace varios miles de años en la costa onubense con la ciudad perdida de la Atlántida, de cuya existencia se hacía lenguas Platón en sus diálogos «Timeo» y «Critias» y de la que también escribieron otros autores como Plutarco, Estrabón, Plinio el Viejo o Diodoro de Sicilia, pero de la que no han quedado pruebas ni rastro alguno tangible a lo largo de la historia. ¿Un mito? Para estos profesores y arqueólogos, que aseguran haber encontrado un relieve en piedra de hace 2.800 años, que representaría a un guerrero atlante defendiendo la entrada a la ciudad mítica, sería justamente en las marismas de Doñana donde un tsunami hace más de cuatro mil años se habría tragado a esa civilización considerada por filósofos e historiadores antiguos como «enormemente avanzada y civilizada» para su época, como lo es la de Japón en nuestro siglo. Estos investigadores, patrocinados por National Geographic, han utilizado georradares y realizado fotografías vía satélite y prospecciones arqueológicas submarinas de las que deducen la existencia de una «ciudad sumergida» en el Parque Natural de Doñana.

Platón y las Columnas...

Platón fue el primero que puso a la Atlántida en el mapa de lo que hoy es Andalucía, pues en sus «Diálogos» la situaba «más allá de las Columnas de Hércules», que era como los griegos llamaban al Estrecho de Gibraltar. Muchos siglos después, se dispararían toda clase de teorías y ubicaciones, muchas de ellas peregrinas. En su libro «Historia de la Atlántida» (1896), W.Scott Elliot sostenía que este continente sumergido se extendía desde la actual Groenlandia hasta la mitad de Sudámerica. Otros como K.T.Frost, de la Universidad de la Reina (Belfast) identificaron la Atlántida platónica con la Creta minoica, considerada la primera civilización avanzada de Europa y que despareció hacia el 1450 a.C por causas desconocidas. A un centenar de kilómetros de Creta asoman sobre el Mar Egeo los restos de Tera, una isla cuyo volcán se considera que entró en erupción entre 1600 y 1400 a.C. Otros investigadores como John Anthony West, de la Universidad de Boston, llegan a la Atlántida por otras vías, en este caso, por la de la Esfinge de Giza, que, según él, no debería su erosión al viento del desierto sino a la acción de la lluvia, lo que elevaría su antigüedad de 4.500 a unos 9.500 años y descartaría a los egipcios como sus posibles autores. De ser cierto, cobraría de nuevo fuerza la tesis, defendida desde otras universidades, de que habría existido una civilización anterior a la egipcia con unos elevados conocimientos arquitectónicos, astronómicos y matemáticos. ¿Sería la Atlántida de Platón?

Friquismo atlante

Al debate sobre esta mítica y adelantada civilización, que ha dado origen a multitud de novelas, comics y películas, se sumaron el siglo pasado psíquicos, ocultistas y oportunistas de toda ralea con extravagantes teorías y conjeturas que rebajaron el tono académico de la discusión. J.Z. Knight, por ejemplo, sostenía que los «atlantes» sabían cómo transformar la luz en energía pura mediante laser y que incluso disponían de aeronaves. Y otros como Dale Walker hablaban de que crearon cristales que convertían la energía solar en electricidad. Todos ellos tendrían hoy sus quince minutos de gloria warholiana en algunos programas de televisión de máxima audiencia y mínimo rigor.

No es el caso de Manuel Pimentel, ex ministro, ingeniero agrónomo y editor, que escribió hace pocos años una trepidante novela, titulada «El librero de la Atlántida», que está basada en la misma teoría a la que la prestigiosa National Geographic acaba de dar credibilidad. Pimentel, que afirma haber estudiado durante muchos años todo lo que se ha venido publicando sobre esta civilización, destaca del trabajo de Freund y de otros investigadores anteriores algunas evidencias científicas como el descubrimiento de una serie de «ciudades monumento», a través de excavaciones arqueológicas. Aunque es difícil saber con certeza su emplazamiento, el profesor norteamericano sostiene que encontró ruinas de ciudades parecidas a la que quedó enterrada en las marismas de Doñana: «encontramos algo que nadie más ha visto antes, lo que da credibilidad a los descubrimientos arqueológicos», afirma en el documental de National Geographic exhibido el pasado domingo en la televisión norteamericana. Los tsunamis en esa zona de Andalucía están documentados desde hace siglos. Uno de los más grandes fue una gran ola de unos 10 pisos de altura que se estrelló contra Lisboa en noviembre de 1755 y cuyo poder destructor superó al de Japón de hace diez días.


Si Platón habló de la Atlántida en «Timeo y Critias», Homero lo hizo de Troya en «La Ilíada», donde describió de forma épica el secuestro de Elena por Paris, hijo del rey troyano, y la guerra con los griegos. Nadie dio credibilidad histórica a este sensacional relato hasta que el empresario prusiano Heinrich Schliemann. hacia 1870, se fue a Micenas y Hisarlijk a buscar restos de la mítica ciudad homérica. Sus colegas e historiadores le llamaron entonces «el tonto», «el loco» y «el fanático» por su lucha sin cuartel en busca de esa quimera y su empeño le costó el divorcio, la salud y su fortuna. Sin embargo, Schliemann pudo morir con la satisfacción de haber hecho realidad su sueño y dejar en ridículo a los que hasta poco antes de su muerte se reían públicamente de él. Troya existió: Homero no se la inventó.

Al contrario que Schliemann, el arqueólogo alemán Adolf Schulten murió sin ver realizado su sueño de descubrir los templos, las ciudades y los puertos de Tartesos (a los que, según él, se refería Platón cuando hablaba de la Atlántida), más allá de unos restos hallados en las proximidades de Sanlúcar de Barrameda, que resultaron pertenecer a un asentamiento pesquero de la época romana. Sin embargo, en 2004 la NASA y el satélite Eurosat podrían haberle dado la razón con unas imágenes tomadas en 1996 en la zona de las Marismas de Hinojos, donde precisamente Richard Freund y científicos alemanes acaban de situar de nuevo la Atlántida. Esas fotografías, en las que se aprecian un conjunto de estructuras circulares muy parecidas a las que describe Platón en sus diálogos, sirvieron de base a un estudio del ingeniero alemán Rainer Künhe, cuyas conclusiones, parecidas a las de Freund, publicó en la revista «Antiquity». Como puede apreciarse en el mapa que publicamos junto a estas líneas, hace unos 4.000 años el mar llegaba prácticamente hasta Santiponce y ha sido la acción eólica y geológica la que muy lentamente ha ido colmatando la zona que actualmente ocupan las marismas de Doñana y en las que Freund sitúa la Atlántida.

Esta tesis siempre ha tenido más éxito fuera de nuestra comunidad que dentro de ella. Donde investigadores y arqueólogos franceses, alemanes, ingleses y norteamericanos se muestran convencidos de que esta mítica civilización no fue un delirio platónico sino una realidad histórica, sus colegas andaluces se muestran escépticos y desconfiados. Juan Eslava Galán, escritor y profesor, además de gran apasionado de la arqueología, destaca a ABC que hace poco años se encontraron también en un paraje de Jaén, llamado «Marroquíes Bajos», restos de una ciudad con círculos concéntricos de agua y tierra, como Platón definía la civilización atlante. Pero el autor jiennense no deduce de ahí la existencia de la Atlántida, ni ahí ni en la zona de las marismas onubenses: «eso es un mito, nunca existió», dice.

La arqueóloga y catedrática de la Universidad de Sevilla Pilar León afirma a ABC que «este asunto asoma y desaparece, como el vecino Guadiana, sin fundamento científico. Por tanto, la localización y, aún más, el descubrimiento siguen siendo un desideratum desgraciadamente actualizado y magnificado por el horror de estos últimos días en Japón».

Para Francisco Moral Martos, geólogo y profesor de la Olavide, «la hipótesis de National Geographic de un tsunami en esta zona no es descabellada porque hablamos de una región con mucha actividad sísmica y ya hubo un terrible sunami por el terretomo de Lisboa de 1755. Pero tendría que estudiar la sedimentación de la zona para decir algo más respecto a la posibilidad de una ciudad sumergida, en este caso, la Atlántida»

Por su parte, el arqueólogo y profesor de la Hispalense Ramón Corzo dice que «la nueva noticia sobre el hallazgo de la Atlántida tiene poco sentido desde el punto de vista de la arqueología». Aunque reconoce que «aquí se desarrolló una civilización importante, no hay ningún elemento que pueda relacionarla con la existencia de una gran metrópoli, ni con ciudades distintas a las que existen en Portugal o en Andalucía Oriental». Y añade: «Desde luego, es importante para nosotros que la antigua civilización andaluza de la Edad del Bronce diera pie a que la imaginación de Platón tuviera en que apoyarse, pero no es previsible que esas fantasías vayan a tener confirmación material ni que aparezca nunca algo parecido a lo que Platón se inventó, y mucho menos que vaya a estar en un sitio que en aquella época era sólo una gran ensenada marina».

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