Aunque este artículo está referido a la capital, puede ser un claro ejemplo del control que se debe tener sobre los actos de urbanización y edificación por parte de todos los agentes implicados:
¿Iconos o monigotes?
El Consejo Consultivo del Colegio de Arquitectos ataca con dureza a los tres grandes proyectos de la ciudad:
Los proyectos Metropol Parasol, la Torre Cajasol y la Biblioteca Universitaria del Prado están llamados a ser, en teoría, los tres nuevos iconos de la Sevilla del arranque del siglo XXI, una huella que mostrará a las generaciones venideras cuál era la sensibilidad y cuáles los anhelos de los tiempos contemporáneos. Sin embargo, los tres edificios diseñados por el alemán Jürgen Mayer, el norteamericano César Pelli y la británica Zaha Hadid no terminan de conectar con la ciudadanía y, lo que puede ser más preocupante, con los arquitectos de la ciudad, a los que se les supone una mentalidad más abierta a la innovación arquitectónica. Por si había alguna duda de este rechazo, el acto de constitución del Consejo Consultivo del Colegio de Arquitectos de Sevilla (COAS) se convirtió ayer en una auténtica enmienda a la totalidad a los tres nuevos edificios que definen la modernidad sevillana.
Menos José Antonio Carbajal, que no acudió al acto de constitución, el resto de los miembros del Consejo (Rafael Manzano, Fernando Mendoza, Antonio Sáseta y Gabriel Verd) no ahorraron descalificaciones y reflexiones contra los tres grandes proyectos arquitectónicos de la era Monte seirín. El mismo decano del COAS, Ángel Díaz del Río, sintonizó con sus asesores y resumió la situación: "Sevilla no necesita más iconos, porque ya los tiene y son los que viene buscando la gente". Tan preocupado se mostró el decano que anunció la creación de unas jornadas de arquitectos para "recuperar la sensatez". En este sentido, Mendoza dejó claro que "Sevilla no necesita más iconos que la convertirían en una ciudad americana de quinta más, con su torre y su centro comercial. Puede que Valencia y Bilbao necesitasen iconos, pero Sevilla no".
Para los miembros del Consejo se ha confundido la modernidad con el "espectáculo", "el negocio" o, incluso, "la avaricia", como señaló el original y desmitificador teórico de la Arquitectura Antonio Sáseta, quien no dudó en asegurar que "si seguimos así, vamos a la destrucción y la ruina". La clave, según Mendoza, estaría en esa obsesión que han tenido los alcaldes de las ciudades españolas en los grandes proyectos arquitectónicos, en la llamada arquitectura del espectáculo. "Es un error apostar por lo impactante porque sí: hay que optar por lo bueno".
Según los miembros de la Comisión, las setas son "como naves extraterrestres que han aterrizado en una ciudad que tiene una arquitectura y un urbanismo únicos" (Gabriel Verd); la Biblioteca del Prado es "sólo pladur" (Sáseta), "estrafalaria" (Manzano) y supone un "misil contra el PGOU" (Mendoza); y la Torre Cajasol un edificio "ilegal" (Mendoza). Los calificativos para los proyectos, como se ve, no fueron precisamente los más cariñosos. Cada vez que alguno de los consejeros arremetía contra uno de los edificios, el resto o asentía o no mostraba ninguna disconformidad.
La pregunta que le surgió a Rafael Manzano fue: "¿Todo esto es reformable?, ¿qué podría hacer un alcalde sensato?", dijo en un guiño a las próximas elecciones municipales. El decano insistió: "¿Qué se puede hacer ante estos hechos consumados?".
"Hay que intentar dar un giro, entender la modernidad como colaboración con la ciudad histórica y no como confrontación con ella", reflexionó Fernando Mendoza, famoso por su ejemplar restauración del Salva dor y que está actualmente interviniendo en la Iglesia de San Luis.
Mendoza hizo especial hincapié en la "ilegalidad" de los tres proyectos de Mayer, Pelli y Hadid. "En los tres, la legalidad ha brillado por su ausencia: la Biblioteca del Prado incumple el PGOU al construirse en una zona verde; las setas son un claro atentado contra la Ley del Patrimonio española y andaluza; y es imposible, por poner un ejemplo, que la Torre Pelli cree los aparcamientos a los que le obligaría el PGOU. El Ayuntamiento permite proyectos ilegales y, encima, se ríe".
Parte de este mal se debe, según Manzano, a la manía de los ayuntamientos ha "recurrir a los ocho arquitectos de siempre, como si no hubiesen más en la humanidad".
El único tema del día que se salió de este debate fue el introducido por Fernando Mendoza: la necesidad de salvar el patrimonio industrial, gravemente amenazado en los últimos tiempos.
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